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Los riesgos de la aceleración “revolucionaria”

Los riesgos de la aceleración “revolucionaria”

Julio Burdman

25 de Abril de 2024 | 00:53
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eleconomista.com.ar

A poco más de cuatro meses de gestión de Javier Milei, y cuando todo lo político parecía dominado por lo que él ponía sobre la mesa- el ajuste, el DNU desregulador, la negociación de la Ley Bases-, la contundente Marcha Federal Universitaria congeló el tiempo y llevó la escena a otro lugar. Por una tarde de abril, al menos, pero con todo lo que se necesita para sorprender.

Miles y miles de estudiantes de alrededor de 20 años marcharon al centro porteño y de otras capitales provinciales, asustados por la presunción, tal vez algo exagerada, de que las universidades estaban a punto de cerrar sus puertas.

Nacidos y criados muchos con teléfonos inteligentes, la mayoría de ellos se movilizó a las calles por primera vez, y en general no estaban liderados por nadie. Apareció un sujeto nuevo, que le quitó por un rato a los libertarios de Milei el monopolio de la novedad.

Actores de reparto

Obviamente, esas mismas calles se llenaron también de dirigentes políticos opositores, militantes profesionales, sindicalistas ajenos al mundo de la educación, movimientos sociales de izquierda y oportunistas varios que buscaron orientar el acontecimiento hacia donde ellos querían. Hasta pretendieron ser parte del éxito de la marcha.

Pero mal que les pese a ellos, y al propio Milei, fueron actores de reparto en esta película. La movilización tuvo vida propia, y una muestra de ello fue el amontonamiento caótico e insalubre que se vivió en la Plaza de Mayo. Los activistas experimentados se distribuyen bien, y guardan distancia entre ellos para estar más cómodos y ocupan más eficazmente el espacio; esta fue una marcha de novatos que desconocían las técnicas y artes del buen marchar.

El mileísmo, que se fortalece en cada uno de sus enfrentamientos con “la casta”, sabía que la marcha iba a ser masiva, y se estaba preparando para celebrar otra jornada de anabólicos y vitaminas para la causa revolucionaria. Nuevamente, Milei mostrando que de un lado está él y del otro el resto. De hecho, una cosa notoria es que el mileísmo no se ocupó de explicar de antemano que el Poder Ejecutivo Nacional tiene poca incidencia en las políticas universitarias, y que en todo caso los reclamos deberían dirigirse al Congreso. Al contrario, los esperó.

Los asesores del Presidente no imaginaban el aluvión de jóvenes estudiantes, muchos de ellos secundarios o ingresantes recientes de la universidad, sin experiencia ni filiación política definida, que fueron ahí en su condición de afectados. Varios influencers libertarios decidieron ignorar la novedad incómoda de estos “otros jóvenes”, y pretendieron ver una marcha solo monopolizada por kirchneristas y radicales; algunos, más lúcidamente, reconoció la sorpresa de los veinteañeros, aunque dijo que “solo fueron 100.000” y que habían sido manipulados por La Cámpora y Martín Lousteau. Pero lo cierto es que Máximo Kirchner y el presidente de la UCR son personas, que quizás por su edad, están fuera del radar de esos jóvenes reales cuya vida se encuentra organizada por la asistencia regular a una universidad.

Tal vez el error de cálculo estuvo en una lectura simplista de la política etaria. Fascinados por la novedad de “los jóvenes” que apoyaron a Milei en las pasadas elecciones presidenciales, varios consejeros y asesores tal vez creyeron en la adhesión de un grupo homogéneo y compacto de juventud, hastío y ansias compartidas de renovación. Pero la juventud es un segmento heterogéneo, y cambiante por definición. La corriente de apoyo juvenil a Milei también podía generar otro fenómeno antagónico.

¿Experiencias foráneas?

No hay que descartar que el modelo del Presidente outsider de nueva derecha enfrentando a élites universitarias progresistas tenga inspiración en experiencias de otros países. En Estados Unidos tanto Donald Trump como Ron De Santis pasaron por eso, y lo mismo aplica a varios líderes europeos.

Sin embargo, estos casos no guardan relación con la educación universitaria argentina, que antes y ahora se nutre de estudiantes de cuna pobre que buscan en la educación un vehículo de ascenso social. Pelearse con los estudiantes va contra la fórmula de Milei.

El riesgo de Milei es perder el pulso de la novedad. Su irrupción tuvo efectos revolucionarios en la política argentina, pero toda revolución es caótica e incierta, y acelera los tiempos. Se ha escrito bastante sobre cómo iniciar una revolución, que es la parte más divertida, pero poco acerca de los problemas de Robespierre para mantenerse al frente de la bola de nieve.

Las novedades duran poco una vez que lo establecido se rompe y se pone en marcha la aceleración. En principio, Milei debe tomar nota de que los cambios traen más cambios, que así como aparecieron estos “otros jóvenes” vendrán otras novedades más, y deberá aprender a convivir con las rupturas por venir.

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